FLEX 7: FIN FLEX.



Día 7: Santiago de Compostela. 
Domingo de Resurrección.


Recuerdo la llegada a la Catedral, sin preguntar, buscando carteles con flechas, adelantando a peregrinos que con más pena que nosotras querían llegar a la morada del Apóstol. Giramos una esquina y llegamos a una placita soleada. 
(Flashback, foto con los de Galicia.)
Estamos cerca. El sonido de una gaita nos indicaba el camino a seguir: debíamos bajar las escaleras, pasar el pasadizo y girar a la izquierda. Y eso hicimos. Una gran catedral de colores ocres se iluminaba con un gran sol de victoria que nos señalaba la meta, el tesoro encontrado. Dejamos el macuto en el suelo y sin pensarlo dos veces nos tumbamos en el suelo de la plaza, sin importar si se nos estaban clavando las piedras, cerramos los ojos y respiramos los aires del norte, del camino desandado.
Cumpliendo con la tradición, entramos en la Catedral y fuimos a abrazar al Apóstol; por aquello de que está feo ir a casa de alguien y no saludarle. Y porque la primera vez que fui a Santiago, mi abuelo me pidió que le recordara un par de cositas en el abrazo al oído, y aunque ya no esté con nosotros y no recuerde el secreto, sentía que debía recordárselo porque seguro que él, tiene mejor memoria que yo y seguro que sabía a que me refería.

No fue casualidad que la misa del peregrino a la que fuimos fuera la del Domingo de Resurrección, y tampoco lo fue que justo cuando el botafumeiro estuviera en el punto más alto, cumpliera con lo prometido  el domingo anterior. Ver y sentir en ese momento de júbilo a otros que como nosotras veían el final de su camino; ir sacando a aquellos que se metieron en la mochila, y la emoción de estar en Santiago un día así, creo que provocaron que de mi garganta saliera un hilo de voz tras ver las lágrimas de mi acompañante y al sentir las mías decir:


- Por esto insistía tanto en que quería que nuestro ultimo día en Santiago fuera el Domingo de Resurrección, porque es el día más importante para los cristianos.
- ¿No es Navidad?
- No, bueno también, pero sobretodo hoy. Porque sin hoy, nuestra Fe no tendría sentido. Por eso es hoy el día que vivimos con nuestra Comunidad, con nuestra otra familia.

Y en ese preciso instante, recogí sin pretenderlo los frutos de mi Semana Santa cobrando todo un poco más de sentido y entendiendo al fin y al cabo, que de alguna manera había conseguido lo que pretendía: tener una Santa Semana Santa.
Diferente a todas las vividas. 
Pero con enseñanza extra, como todas las demás.




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