ir a tu propia velocidad.



Hoy ha sido la primera vez que he salido a la calle sola después de mi caída.  Ayer salí, pero tuve la suerte de tener cuatro brazos fuertes a mi lado que me protegían de la lluvia y también de las "trampas" de la calle que se abrían a mi paso. Ver que justo antes de doblar una esquina, otra persona sufría la misma caída que yo y se levantaba sin dificultad, me hizo volver a reír, al darme cuenta de cómo es la vida, y cómo a veces actúa sin que nos demos cuenta. Como ante diferentes cuestiones, nos da respuestas, mostrándonos  o obligándonos, a seguir el camino correcto. 



Andar tan despacio, da mucho miedo y a la vez mucha risa. Miedo por tener la sensación de que la gente que pasa a tu lado no te va a ver en su ritmo diario y va a chocar contigo, y risa, porque viendo como van pasando a tu lado, te sientes como una persona mayor, que lejos de disfrutar de cada paso, piensa en cada zancada para no avanzar en falso. Y muchas veces nos ocurre eso, pensando en cada paso nos centramos en otras cosas diferentes al fin que nos llevó a comenzar el camino, y cada paso se vuelve un problema, en lugar de ser los obstáculos que nos encontramos.

Darte cuenta de tus necesidades, y aceptarlas, es algo que se aprende con los años. No desesperar ante lo que ocurre, es algo que hay que trabajar pero que con tarea diaria te permite ser un poco más paciente y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Aprovechar una baja para ver películas y hacerte por fin FilmAffinity, o hacer "fiestas de pijama", es una opción que ayuda a ver el lado bueno de las cosas . Disfrutar del camino de ida y vuelta a casa para reescuchar pasodobles de carnaval o disfrutar de el sol del mediodía es otra. 

Quizás la vida consista en eso. 
En elegir bien el cristal con que se mira, en lugar de empeñarnos en quitar  los cristales, para mantenernos en la moda.


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