una buena canción.




Es una causalidad que estando a algo mas de 24 horas del Concierto Solidario a favor de Asociación para la Solidaridad (Parroquia Perpetuo Socorro de Madrid, Calle de Manuel Silvela, 14, 21.00 horas), hoy sea Santa Cecilia. Me siento en fiesta por ser también mi patrona. Porque cada día siento, disfruto, y hasta en ocasiones “hago” música.


En esta vorágine en el que estamos inmersos, la música resuena por todas partes, desde el chucuchu del tren que me lleva al trabajo, las campanas de la Iglesia de Santa Teresa y Santa Isabel que me recibe con tres campanadas dándome la bienvenida al llegar a casa a comer, hasta el maravilloso San Spotify (últimamente perdiendo posiciones por rebelarse contra ofrecer música a cambio de anuncios) que me descubre nuevas melodías, nuevos artistas y hasta nuevos sentimientos, casi a diario.


Gracias a una chelista muy cercana a mi, y a su obsesión por la música y la musicoterapia, soy un poco más consciente de como la música puede llevarte al máximo punto de éxtasis a la melancolía más profunda. Ser sensible a estos cambios emocionales provocados por una melodía hace que puedas trabajar a tu favor, escuchando a Ismael Serrano cuando quieres escribir algo profundo, The Two Door Cinema Club justo antes de salir de fiesta, una canción de Izal para olvidarte de todo el estrés, o una selección de canciones motivantes para salir a correr y mejorar tus marcas.


Mecanismos de autocontrol, como la canción que suena ahora en mis auriculares, para que puedas cambiar tu predisposición diaria, cambiando malas costumbres por otras más positivas. Y a las pruebas me remito, desde el lunes he empezado a escuchar una emisora de radio por las mañanas, y me he dado cuenta de que llevo cuatro días empezando mi día un poco malhumorada y terminado bien.
Mañana no enciendo la radio, o al menos no escucharé esa emisora, porque me gustan más los días que empiezan bien y terminan mejor.

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